Suspiró hondo detrás de la puerta, luego salió. Bajo las difusas sombras de la noche, apuró el paso por el oscuro sendero que conduce al pueblo. Pálida, medio oculta por el ala del puntiagudo sombrero, ataviada del ridículo vestido negro que guarda siempre para este día, pensaba mientras andaba en las pócimas que nunca le dieron resultado. No recordaba cuando perdió su libertad, solo sabía que este era el único día del año en que podía mostrarse tal como era.
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