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sábado, 24 de septiembre de 2011

Rencor


Treinta y seis años le llevo tomar venganza, ahora en verdad vive la vida, pero ya no tiene excusas para ser infeliz.

David y Golliat


Al entrar en la imponente oficina, el todopoderoso y flamante directivo, escoltado por tres tilingos con papeles en sus manos, se recostó en su acolchado sillón, estiro sus piernas por debajo del escritorio y llevó sus manos detrás de la cabeza en una actitud sobrada.
El humilde y luchador  empresario, caminó hacia la silla dispuesta al frente para él.
Se sentó apaciblemente colocando sus manos entrelazadas sobre sus piernas y mirando a los ojos de su interlocutor, esperó en silencio…
Este, con una breve sonrisa grandilocuente inquirió:
-        ¿Porque crees tu, que yo debería contratar los servicios de tu empresa?
Con expresa seguridad y calma,  sin cambiar  su  pose, le argumentó 
-        Para que Ud.  no tenga que competir conmigo…
Los panegiristas fijaron la mirada en su jefe, aguantando una carcajada…este desconcertado, frunció el ceño…siguieron segundos de silencio… se incorporo y apoyó sus brazos sobre el buró,  entrelazando sus manos y  revoloteando los pulgares uno alrededor del otro con signo de impaciencia…a esta altura se borró toda expresión de los aduladores y aguardaban con curiosidad…
-        Ok… me parece bien…vamos a negociar…  

SIN SACRIFICIOS


Colgó el teléfono muy despacio pero decidido, una alegría interior  le hacia esbozar una breve sonrisa. A sus sesenta años ganarse un millón más, con una buena llamada, solo le satisfacía en parte. Miro el Rolex, y apuró el trago de café colombiano junto a su croissant  traído de Francia. Dejo la amplia sala cercada de esculturas   y se encamino a la puerta principal de su mansión, su Rolls Royce, presto e impecable como él, lo llevo directo a su jet, se le unieron tres murmurantes lacayos con quienes cruzo breves palabras.
  -Cuantas horas de vuelo?
  - Londres, una hora señor
  - Bien, denme las carpetas…
Llego a la reunión dando la mano a algunos de los presentes, el suntuoso salón del hotel desperdigaba lujo  en cada rincón, una vez  en la cabecera,  con un breve discurso introductorio enmudeció a la veintena de perfumados hombres y elegantes mujeres que rodeaban la mesa de conferencias, luego a cada palabra, estos  asentían como  dándole la razón.
-Bueno…quiero  que la decisión sea asumida por cada una de sus divisiones en un plazo no  mayor de sesenta días.
      -Señor…son  cuarenta y dos mil puestos de trabajo que debemos liquidar –intervino uno como en suplica reflexiva-
      -Si -cortó tajante y casi molesto- la decisión esta tomada,  no estoy dispuesto a  seguir haciendo  sacrificios.
  

La Felicidad del Dinero


Él pensaba que con dinero todo lo arreglaría. Mientras, en su desenfrenada búsqueda, la vida se le pasó sin vivirla.