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sábado, 12 de febrero de 2011

Justicia Anticipada

Relato iniciado por Dulce García Lemos (caracteres en azul) para el evento RETOS de Isabel Maria Gonzalez en IMAGEN ARTE de Facebook.

http://www.facebook.com/event.php?eid=121965517871696&ref=ts

Necesitaba echar un trago, así que, me desvié en el primer chiringuito de carretera. Al rodar sobre el terreno irregular, el coche crujió del lado de la abolladura. Menuda imprudencia la de aquel tipo. Cruzar sin mirar en el único cambio de rasante en cien kilómetros. Casi no había tráfico, pero eso no justifica que no se asegurase. Allí quedó, en el suelo, con la cabeza vuelta hacia mí; muerto, sin duda. Lo empujé con la bota hasta que rodó a la cuneta. Volví al coche, no sin antes asegurarme de que nadie había visto el accidente; al fin y al cabo, ¿qué podía hacer por él? Estaba impaciente por llegar a Sausalito; Nora me estaría esperando. ¡Un año sin verla! Un año perdido, encerrado en aquella miserable celda. .

Dentro del bar olía a fritura y a tabaco. Me dirigí derecho a la barra. La camarera se entretenía en sobar el tatuaje en el bíceps de un individuo que parecía un camionero. Di un chasquido con los dedos para llamar su atención. Me miró con fastidio y, de mala gana, se acercó a mí.

—¿Qué le pongo?

—Un whisky largo.

Pasó un trapo mugriento sobre la superficie de madera balanceando sus enormes pechos. Cuando se dio cuenta de que los miraba, me lanzó una sonrisa que le infló los carrillos hasta casi cerrarle los ojos.

—¿Vienes de lejos?

Estuve a punto de contestarle que tenía prisa, pero me contuve a tiempo. Era posible que la policía parara por allí a preguntar y no convenía levantar sospechas. Pensé en Nora y traté de ser amable.

—No mucho. Y tú, ¿cuánto llevas por aquí? —contesté guiñándole un ojo.

—Un par de meses. Un trabajo pasajero; tengo otros planes.

Recalcó las tres últimas palabras como para darse importancia. Me sirvió el whisky y apoyó los codos en la barra. Cada brazo hacía por dos de los míos y cuando se acercó a mi, me fijé en su pelo grasiento, teñido de rubio y sujeto por una diadema rosa.

—¿Te quedarás un rato por aquí? Salgo a las cuatro —me silbó al oído. Olí su aliento, fétido, y me entraron arcadas.

Desde el otro extremo de la barra, el camionero se impacientó. “¡Eh!, tú, tráeme un café.” La camarera ni siquiera lo miró. Yo le hice una seña con la cabeza para que lo atendiera, pero, en lugar de ello, me agarró por la nuca y me dijo “espérame, no te arrepentirás”.

Pensé que debía irme de inmediato, lo menos que quería era enredarme con semejante cosa. Enfile disimuladamente hacia el baño cuando sonó la puerta de entrada y aparecieron dos desarrapados policías. Por un momento quedé congelado pensando que mi coche estaba fuera y nunca me percaté si había sangre mas allá de la abolladura.

Me senté en un rincón cerca de la puerta, ellos pidieron un refrigerio y sin mucho afán interrogaron si habían visto extraños por la zona. La mirada de la mujer se desvió al sitio que ocupaba en la barra, donde ahora solo habían un par de billetes debajo de la copa.

- no he visto a nadie nuevo por aquí – dijo pasando el mismo trapo asqueroso cerca de sus manos.

Sin embargo, se mostró sumamente nerviosa cuando le aclararon que buscaban al asesino de una mujer estrangulada. Yo por un momento me tranquilice al saber que nada sabian del accidente , pero al escuchar la descripción de la ropa y su facha me di cuenta de que se trataba del tipo que atropellé. Sigilosamente me escurrí hacia la salida, encendí el coche y emprendí hacia Sausalito. Decidí seguir por el polvoriento camino por si acaso, si bien era un poco mas lejos, el estado en que se encontraba lo hacia detestable y desolado.

Cuando enfile hacia la casa, frene en seco, las luces estroboscópicas azules y rojas no me auguraban la recepción que esperaba, doble en la primera esquina maldiciendo la eficiencia policial para perseguir a un ex convicto, en menos de tres horas ya era otra vez un fugitivo, y todo por ese maldito que se antojo atravesarse.

-Espero que encuentren a ese cabrón igual de rápido, para salir de este embrollo -. pensé

Oculte el coche en una calle oscura y camine hacia el hotelucho del viejo Paco a la salida del pueblo, lo salude, pero a sus años ya no reconocía a nadie, es mas ni le importaba.

Camine por las penumbras del pasillo hasta el final, sin encender la luz me tire sobre la cama, estaba agotado.

No se cuando me quedé dormido, pero me despertó un fucilazo del sol que se coló por la roída cortina. Al lavarme la cara, vi el aspecto barbudo y descuidado que tenía, decidí salir a comprar una rasuradora y echar un vistazo a la casa para llegar un poco mas tarde.

Al pasar por la recepción, Don Paco, con los pies sobre otra silla ya leía la página de deportes del periódico, me devolví ipso facto al percatarme de la primera plana desplegada sobre el mostrador “Encuentran muerto a presunto asesino”. Respire con cierto alivio y me dispuse a leer el resto de la noticia ¨ En la tarde de ayer fue encontrado en la orilla del camino secundario a Sausalito el cuerpo sin vida de Jorge Carrero Vale, de 38 años, presuntamente autor material de la muerte por estrangulamiento de su amante, Nora Rodriguez de 32 años…”

jueves, 10 de febrero de 2011

RETO DE ISABEL (terminar la minificción "El Hombre y las Sirenas")

Eduardo vivía en un pueblo pequeño a orillas del Mediterráneo, sólo él, muy ermitaño y como tal misterioso para toda la gente que lo conocía. Lo que más llamaba la atención eran sus constantes viajes hacia una pequeña isla cerca del pueblo. Para llegar allí siempre contrataba el mismo barco pesquero, llevado por el mismo hombre y siempre le decía lo mismo "tú sabes que pago bien, a callar con lo que ves y lo que escuchas".
Cuando volvían, cada uno se iba por diferentes caminos. La casa de Eduardo estaba situada en el lugar más distante del pueblo. Al llegar se sentaba en su sillón preferido, sacaba un grabador minúsculo y escuchaba durante horas absorto, los mensajes recogidos.

Alguna vez en el bar del pueblo se le escucho murmurar a su copa…”pronto será el día… pronto, muy pronto….!! Y con esto se habían elucubrado las más asombrosas inferencias sobre sus misteriosos viajes.

Se hablaba de luces multicolores que resplandecían desde la isla, de la desorientación de las brújulas en la zona, de barcos piratas hundidos en el siglo pasado, del miedo de los pescadores a acercarse por allí…y Eduardo, más allá de todo, al escuchar estos rumores, solo atinaba a dibujar una mueca que emulaba una sonrisa…

Por otra parte, las mujeres del pueblo en edad de merecer, tomadas de los brazos, se paseaban frente a su casa mirando de reojillo mientras se susurraban sus fantasías más recónditas sobre aquel apaciguado y solitario hombre.

Isabel, para la cual alguna vez Eduardo tuvo ojos, en un arrebato de celos había dispersado en el pueblo la fantasía de que fue seducido por una sirena… y nunca más volvió a fijarse en nadie…

Fue el 14 de agosto de 1986. Ese jueves de límpido cielo azul, una gran nube blanca de forma extraña se poso cerca del pueblo durante gran parte de la tarde, muchos dicen que sobre la isla, y luego de extraños sonidos y sicodélicas luces que resplandecían dentro de ella, se alejó como volando hacia el horizonte. Esa mañana, Eduardo fue dejado en la isla, ... nunca más se le volvió a ver.