Colgó el
teléfono muy despacio pero decidido, una alegría interior le hacia esbozar una breve sonrisa. A sus
sesenta años ganarse un millón más, con una buena llamada, solo le satisfacía en
parte. Miro el Rolex, y apuró el trago de café colombiano junto a su
croissant traído de Francia. Dejo la
amplia sala cercada de esculturas y se
encamino a la puerta principal de su mansión, su Rolls Royce, presto e
impecable como él, lo llevo directo a su jet, se le unieron tres murmurantes
lacayos con quienes cruzo breves palabras.
-Cuantas horas de vuelo?
- Londres,
una hora señor
- Bien,
denme las carpetas…
Llego a la
reunión dando la mano a algunos de los presentes, el suntuoso salón del hotel
desperdigaba lujo en cada rincón, una
vez en la cabecera, con un breve discurso introductorio enmudeció
a la veintena de perfumados hombres y elegantes mujeres que rodeaban la mesa de
conferencias, luego a cada palabra, estos
asentían como dándole la razón.
-Bueno…quiero
que la decisión sea asumida por cada una de sus divisiones en un plazo
no mayor de sesenta días.
-Señor…son
cuarenta y dos mil puestos de trabajo que debemos liquidar –intervino
uno como en suplica reflexiva-
-Si -cortó tajante y casi molesto- la
decisión esta tomada, no estoy dispuesto
a seguir haciendo sacrificios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario