No se que impresión le causé, pero ella era
tal como la recordaba. De pronto, salió corriendo, aunque en vano, el bus me regaló, muy a su
pesar, unos minutos más con ella. Dio pequeños saltos desesperados, y luego se
quedó parada como niña desconsolada, solo ella sabía que sentía. La contemplé
en su loca carrera, luego me acerqué lentamente, le robe unos besos y se
despidió, terminó la quimera. Como en las películas, la historia de una vida de
ansiedad y desencuentros se resumió a dos horas, y no la vi más. Ahora en mi soledad, un espectro se pasea por mis pensamientos, a
veces da miedo, a veces dolor, a veces odio, a veces amor.